Árbol genealógico de los emperadores antoninos. |
Introducción:
Dinastía antonina:
La dinastía Antonina fue la casa
reinante en el Imperio romano entre los años 96 y 192 (siendo 96 años, y por
tanto la dinastía más longeva). También se conoce a sus cinco primeros miembros
por el nombre de los Cinco emperadores buenos, nombre propuesto por Maquiavelo
y promocionado por el historiador Edward Gibbon, de cuyos principados dijo
fueron "la época más feliz de la historia de la humanidad".
El término antonino proviene no
del primer emperador de la familia, sino de Antonino Pío. Ha retenido esta forma
porque el reinado de este monarca es el mejor modelo y reúne las
características de los demás reinados.
La primera característica
identitaria de esta dinastía, la cual garantizó su supervivencia por 84 años
con cinco emperadores notables, era la elección de un sucesor por parte del
gobernante. Como la mala suerte (o la fortuna) no le proporcionó herederos a
Nerva, Trajano, Adriano ni Antonino Pío, el trono pasó en cada caso no en
sucesión hereditaria sino a un hombre considerado por el emperador como el
mejor para el puesto.
Mal considerado tras el restrictivo reinado de Domiciano,
al que su padre Vespasiano había asociado al trono, el principio de herencia
del trono se mantuvo olvidado en los cinco primeros mandatos. Sólo Marco
Aurelio romperá la tradición al nombrar a su hijo Cómodo, que sería, por otra
parte, uno de los peores emperadores de Roma.
Se puede dar explicación al hecho
de la elección arbitraria del sucesor admitiendo que ésta no fue la norma por
defecto sino que, hecho excepcional, cuatro emperadores no tenían descendencia
masculina en el momento de su muerte. El acceso al trono de Cómodo, que resultó
nefasto, confirma esta idea. Las teorías más recientes, tales como la de Alicia
Canto, o posteriormente François Chausson, descartan la idea de propaganda
antonina de "elección del mejor": los Antoninos estaban emparentados
por sangre con sus hijos adoptivos, que solían ser su heredero varón más
próximo.
El imperio seguía constituyendo, como con los Julio-Claudios, los
Flavios o posteriormente los Severos, un bien patrimonial que sería legado al
pariente menos alejado. Marco Aurelio no hizo más que obedecer a esta lógica
heredada, y no a una "debilidad" paternal, tradicionalmente alegada,
al asociar a su hijo Cómodo al trono.
Esto no explica que al parecer
los herederos fueran elegidos y no nacieran con la púrpura, así como que
resultaron ser tan capaces como sus predecesores, resultando los cinco buenos
emperadores. Ni que ellos llevaran al Imperio romano al apogeo de su poderío y
estabilidad ante los problemas que observaron durante cien años, y que apenas
tras la muerte de Cómodo se viera finalizado el Principado, y surgiera un
imperio novel, burocratizado, jerarquizado a ultranza y militarizado hasta el
extremo.
Política exterior:
Heredero del creado por Augusto,
el ejército romano de los Antoninos es un útil bastante eficaz que cuenta sus
misiones por victorias, a pesar de sus reducidos efectivos.
El ejército romano está
compuesto, antes de las guerras danubianas de Marco Aurelio, por 28 legiones
(cifra idéntica a la del comienzo del principado de Augusto, lo que demuestra
una preocupación por la estabilidad según Paul Petit). Con los cuerpos
auxiliares, cerca de 350.000 soldados cubren una extensión de aproximadamente
6.000.000 km² en total (densidad media: 17,14 km²/soldado). Los efectivos para
un territorio tan extenso son muy débiles. Más grave si puede ser es que
ninguna legión guardaba las fronteras: las reservas estratégicas del Imperio
eran en esta época las 5500 unidades de la VII Gemina asentada en la
Tarraconense (norte de España).
Sin embargo, se estima que estos
350.000 soldados representan el 0,85% de la población libre y entre el 3 y 4%
de los ciudadanos o el 0,4% de la población total. Estas cifras son
impresionantes, porque no debemos olvidar que todos ellos formaban parte del
ejército regular y permanente, para hacerse una idea de la comparación, en
Francia serían 240.000, tomando el porcentaje de la población total.
Lo que este ejército no puede
acometer en cuanto a cantidad (los soldados están dispersos por las fronteras)
lo hace en cuanto a calidad. Los soldados son en realidad profesionales
voluntarios. Los suboficiales son igualmente soldados de oficio, y si el cuerpo
de oficiales superiores no es también profesional, se muestra una especial
atención en la elección de Tribunos y Legados (con Adriano particularmente).
Esta época ve sin embargo un fenómeno ya antiguo de gran importancia: la
regionalización de las tropas, reclutadas en el lugar donde están asentadas.
Ciertos voluntarios son igualmente hijos de soldados (ex castris). Estos
factores acentúan las divergencias entre los diferentes ejércitos romanos, lo
que, en el siglo siguiente, será motivo de problemas notables. Única excepción
a esto es que los cuerpos auxiliares, menos controlados, están acantonados
lejos de sus hogares.
El ejército romano de esta época
está en efecto dividido en dos grandes grupos: de un lado las legiones, del
otro los cuerpos auxiliares. Estos últimos se organizan en cohortes de 500 de
infantería, reclutados de manera exclusivamente regional, aunque combaten a la
romana y con comandantes romanos. Los soldados son peregrinos y obtienen tras
25 años la ciudadanía romana.
A un lado de los auxiliares, las
nuevas unidades "bárbaras" hacen su aparición con Adriano: los numeri
(numerus en singular). Son unidades militares que combaten a veces con
comandantes indígenas, que conservan sus propios dioses, lengua, y no reciben
generalmente la ciudadanía con el compromiso. Su número es sin embargo
reducido.
Las operaciones militares unidas
a la política defensiva del Imperio a partir de Adriano precisan una
modificación del uso de las legiones: en lugar de maniobrar con toda una
legión, de torpe movimiento, se prefiere dividirla en grupos: los vexillationes
(esto es, destacamento en español). Las hay tanto entre las legiones como entre
los cuerpos auxiliares. Estos destacamentos son comandados por los praepositi
(praepositus en singular). Sus misiones son temporales.
Los últimos coletazos de una política ofensiva:
Tras la Segunda guerra púnica,
Roma no ha dejado de expandir su territorio, conquistando la Galia, Egipto y
demás. Esta política ambiciosa disminuirá lentamente durante los Julio-Claudios
y los Flavios, sin cesar del todo. (anexión de los estados vasallos en época de
Augusto, conquista de Britania entre otros).
Con Trajano, el Imperio conoce
sus dos últimas campañas de conquista y anexión de gran envergadura —dejando
aparte las ensoñaciones de ciertos emperadores como Caracalla—; la política se
tornará defensiva hasta el final. Es por esto por lo que además se considera
con frecuencia que Trajano fue el último gran conquistador de la Antigua Roma.
Conquistador lo fue con
seguridad, pero como recalcaba Plinio el Joven, no temía a la guerra aunque no
la buscaba.
Las guerras dacias:
En 101 el rey Decébalo, vencido
ya por Domiciano, urdió una trama de alianzas con los Roxolanos y los Bures.
Trajano reaccionó rápidamente poniéndose a la cabeza de una docena de legiones
(sobre un total de 28, una cantidad apreciable). La guerra fue rápida, y el
derrotado Decébalo abandonó el Banato arrasando sus fortalezas.
En 105, Decébalo ataca el Banato
para retomarlo. Es esta la segunda guerra dacia, que resulta bastante más
compleja que la primera. Al final de la campaña, Decébalo se suicida y Trajano
incorpora la Dacia al Imperio. Además de tener en su poder las minas de oro del
país, esto supone la posesión para el Imperio de un puesto de avanzada en
Europa central en una época en que los primeros revuelos de las grandes migraciones
comienzan a notarse. La Dacia, bien defendida, constituía una protección muy
interesante de la Mesia y la Panonia. Trajano sabía que los pueblos del corazón
de Europa (Godos, Suevos) se agitarían; pero lo pensara o no, no quita que fue
una decisión muy pertinente.
Vista de los restos del Muro de Adriano (limes britano) en el norte de Inglaterra. |
La obra defensiva de Adriano:
El limes, la clave del sistema defensivo:
Es con Adriano cuando el limes
(en plural limites) adquiere el valor defensivo que no había tenido antes.
Designa en efecto las inmediaciones al límite, no fijado, del territorio
romano, e igualmente una línea para el ataque y contraataque, con rutas que se
internan en territorio enemigo.
El limes se hace defensivo a partir del momento
en que no designa ya un límite no fijado sino una frontera que sirve de defensa
contra los bárbaros. Así el limes se convierte en separación entre el mundo
romano y el bárbaro, la civilización y la incultura, lo que le confiere un
valor moral. Como debe defender al Imperio contra los enemigos, se dota al
limes de defensas, escalonadas, con campamentos y una ruta de desvío que
permite llevar rápidamente a las tropas a un lugar amenazado. A estos valores
defensivos y morales conviene unir un tercero: en periodo de paz, el limes es
una zona de paso para los comerciantes, donde el ejército los protege o
establece puestos de aduana.
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