Introducción:
Sanavirones
Distribución aproximada de lenguas en el extremo meridional de Sudamérica en tiempos de la Conquista |
Sanavirones o salavinones son los
nombres con los cuales es conocido un pueblo aborigen que hacia el siglo XV
habitó en el centro del actual territorio de Argentina. Esta etnia formaba
parte del grupo pámpido, con elementos genéticos y culturales amazónidos y
ándidos.
Orígenes y expansión territorial:
Fueron una parcialidad de los
tonocotés que se diferenció en la zona de Salavina (centro de la actual
provincia de Santiago del Estero), por la presión debida a su crecimiento
demográfico y a probablemente un período de sequía debido a la miniglaciación de
Spörer (hacia 1410 -1570).
En esa época comenzaron su expansión hacia el
suroeste de tal modo que llegaron a las Sierras de Córdoba invadiendo (merced a
su superioridad numérica) algunos territorios ancestrales de los
"comechingones". Por el sur su límite chocó con el de los taluhet, de
modo que hasta el siglo XVII los salavinones o salavirones se ubicaban en las
cercanías de la laguna de Mar Chiquita en la actual provincia de Córdoba
(Argentina). Por el norte llegaban hasta el río Salado, donde comenzaban el
territorio de los tonocotés. Al sur se extendían por el río Suquía o Primero.
Al oeste limitaban con la sierra de Sumampa y el límite oriental coincidía con
los actuales límites entre las provincias de Santiago del Estero y Santa Fe.
Desde el siglo XVIII
prácticamente se pierden los rastros de los sanavirones en cuanto a grupo
étnico y cultural diferenciado, habiéndose mixogenizado formando luego parte de
la población criolla. Los conquistadores españoles en sus primeros contactos
con este pueblo (siglo XVI) les llamaron yugitas tal cual se observa en la
Información de servicios presentada en julio de 1548 por Pedro González del
Prado. Entre ellos fundó probablemente Francisco de Mendoza el fuerte de
Medellín. La mixogénesis de este pueblo es temprana. Está documentada la prole
del conquistador Hernán Mejía de Mirabal con María de Mancho. Sus hijas fueron
casadas con vecinos importantes de la recientemente fundada ciudad de Córdoba,
y entre sus descendientes se cuentan el deán Gregorio Funes, o la familia
Echagüe de Santa Fe.
Forma de vida:
Utilizaban sistemas andinos de
cultivos, a los que complementaron con la caza, la pesca y la recolección de
frutos. Entre las armas utilizadas por los sanavirones encontramos la macana,
que era una especie de garrote triangular con protuberancia en un extremo,
también usado como elemento de defensa personal en las guerras indígenas. Sus
viviendas eran grandes chozas colectivas (habitadas por más de una decena de
individuos) de ramas y sacate.
Las numerosas excavaciones
realizadas sacaron a la luz numerosos trabajos de alfarería que ponían de
manifiesto dos tipos de cerámica: una negra grisácea y otra grabada. Los
sanavirones vivieron en casas muy grandes donde cabían hasta quince soldados
con sus respectivos caballos. Se construían con materias vegetales y cada una
albergaba a varias familias. Vestían camiseta de lana, con guardas, y como
abrigo un poncho tejido; usaban el cuero en la vestimenta y en la vivienda.
Aunque su territorio nunca estuvo dominado por el Tahuantinsuyu, los
sanavirones adoptaron mucho del léxico quechua tras 1480, un motivo para ello
probablemente fue la existencia entre ellos de cautivas que hablaban dicha
lengua.
Sobre su religión se sabe poco y
nada: podemos decir que en religión tenían pocos ritos; habrían poseído la
noción de un alto Dios confundible con el Sol; practicaban la magia y las
danzas rituales, de origen amazónico, como se advierte en las pinturas rupestres,
en las que el hechicero hacia uso del fruto del cebil como droga narcotizante;
el cebil pulverizado era tomado por la nariz y los trabajos arqueológicos han
encontrado tabletas de piedra que se utilizaban para molerlo y ofrecerlo.
Los muertos eran enterrados en
posición acurrucada, tal vez envueltos en un cuero; se hallaron recipientes de
barro que pudieron haber contenido restos de párvulos; pero no hay pruebas de
que enterrasen a sus niños en urnas como hacían otras etnias; en cambio lo
harían en pequeñas cámaras sepulcrales.
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