Introducción:
Masacre de Fortín Yunká
Lugar Fortín
Sargento 1.º Leyes, provincia de Formosa, Argentina.
Blanco(s) Guarnición
militar
Fecha 19 de marzo de
1919
(hace 96 años)
Muertos 15
no indígenas, y unas 120 familias indígenas
Heridos 2
Perpetrador(es) desconocido
Motivo Posible sublevación
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La llamada masacre de Fortín
Yunká, también conocida como «el último malón» tuvo lugar el 19 de marzo de
1919, en lo que hoy es Fortín Sargento primero Leyes, en el centronorte de la
provincia de Formosa (Argentina). En ella fueron muertas quince personas: el
jefe y la guarnición militar del fortín, y miembros de sus familias. El hecho
fue originalmente atribuido a indígenas pilagá, sin que se hayan obtenido jamás
pruebas al respecto. Como consecuencia de las represalias posteriores llevadas
a cabo por tropas argentinas, un número indeterminado de indígenas resultaron
muertos o desplazados de sus territorios originales.
Antecedentes:
A partir de 1884, y como
consecuencia de la campaña militar del general Benjamín Victorica contra los
pueblos qom (tobas) del Chaco, numerosos indígenas de esta etnia se desplazan
cruzando el río Bermejo hacia el norte de la actual provincia de Formosa. Allí
establecen una alianza con los pilagá del cacique Qanesokie'n (Juan Garcete
según la denominación de las autoridades argentinas) y con grupos maká que
entonces convivían con los pilagá.
Monolito que recuerda a las víctimas de la masacre del Fortín Yunká |
El lugar de reunión de esta
alianza se denominaba yomaqá o yomqá en pilagá. En este sitio se reunían
durante la época de maduración de la algarroba para celebrar fiestas de la
aloja, y allí se concretaban también las alianzas matrimoniales, políticas y
económicas. En 1912 se establece en ese sitio el Fortín Yumká (deformación del
yomqá pilagá). Los pilagá coexistían pacíficamente con los pocos colonos
blancos y con el ejército.
Hechos:
No habiendo testimonios sobre el
ataque en sí, es imposible determinar cómo sucedió. Los únicos dos
sobrevivientes fueron niños de corta edad, hijos del cabo Waldino Almeida. Este
y el cabo Rafael Bustos, estafeteros del fortín que regresaban de una comisión,
hallaron los restos al atardecer del 19 de marzo. Quince personas habían sido
asesinadas mediante golpes de macana, degüellos, y una, de un balazo. Las
víctimas fueron el sargento primero Fermín Leyes, el cabo Rafael Salazar, los
soldados Alejandro Fleytas, Remigio Morinigo, Ramón Maciel, Eugenio Franco y
Marcos Vallejos; Polonia Enciso, María Ojeda, Demencia Pintos, un hijo de una
de ellas y los cuatro hijos de Leyes. El sargento primero Leyes había llegado
al fortín para hacerse cargo de la guarnición dos días antes, el 17 de marzo.
Después de comprobar que no había
más sobrevivientes, Almeida y Bustos emprendieron la marcha hacia Comandante
Fontana, distante unos 100 kilómetros, para informar sobre el hecho. Dado el
alerta, cinco días después arribó al fortín proveniente de Comandante Fontana,
una patrulla encabezada por el teniente Narciso del Valle. Enterraron los
cadáveres y confeccionaron un sumario sobre lo acontecido.
Se han cumplido 65 años de la masacre de los Pilagá |
Por razones que se desconocen, la
autoría de los asesinatos fue atribuida a los pilagá de Qanesokie'n. También se
creyó que se trataba de un alzamiento generalizado que involucraba a miles de
nativos, por lo que muchas mujeres y niños de los pueblos cercanos embarcaron
en tren hacia Formosa, en tanto los hombres exigían fusiles para defenderse del
ataque inminente. Sin embargo, todavía hoy se discute sobre quiénes fueron los
autores de dicha masacre. El hermano de Qanesokie'n fue detenido y fusilado, y
se persiguió a los pilagá que vivían en la zona aledaña, siendo asesinados muchos
de ellos.
Represalias y consecuencias:
Cuando los soldados de Del Valle
habían iniciado su ataque contra los pilagá de la zona, partió desde Formosa
por tren hacia Comandante Fontana otro destacamento militar, comandado por el
capitán Enrique Gil Boy. Reforzado con tropas provenientes de Las Lomitas al
mando del sargento Pascual Ramírez,4 el contingente llega al Fortín Yunká el 30
de marzo3 y desde allí se dirigieron hacia el noroeste en persecución de los
supuestos atacantes. En el trayecto hacia el campamento de Qanesokie'n en Pozo
de Navagán (Chiko Dawagán, en pilagá) en la zona del Estero Patiño mataron al
cacique Chimagascoy. Llegados al asentamiento, lo atacaron el 8 de abril. La
aldea fue incendiada y numerosos indígenas perecieron. Lapido y Spota señalan:
...la destrucción de la toldería principal
del cacique Garcete les proporcionó una satisfacción, pero no habían encontrado
las armas, las monturas, ni las mulas robadas en Yunká y esto contrarió al
capitan, ya que su principal empeño era recuperarlas
El cacique Qanesokie'n (Garcete)
fue apresado y conducido a Fontana y luego a Formosa. Según evaluaciones
posteriores, alrededor de 120 familias indígenas (unas 700 personas) fueron
«masacradas por una tropa enfurecida».
En la ciudad de Formosa existe
una calle llamada Fortín Yunká. En la intersección de esta y la avenida
Veinticinco de Mayo, una placa de bronce y un pequeño monolito trunco recuerdan
solo a las 15 víctimas militares y sus familiares; no ha habido homenajes
oficiales a los centenares de víctimas indígenas (hombres, mujeres y niños) de
la posterior represión.
Hipótesis:
Originalmente se creyó que los autores del ataque habían
sido los pilagá del cacique Juan Garcete (Qanesokie'n), pero nunca se recogió
ninguna prueba que lo confirmara. Algunos autores como el coronel Punzi6 o
Terrera7 lo siguen sosteniendo, pero la mayor parte de la evidencia apunta a
bandas de lengua maká:
Se cuenta que en
1930 los suboficiales Pascual Ramírez y Francisco Rosales a la sazón en el
Fortín Caracoles recibieron la visita de una partida de indios macaes y que uno
de ellos portaba una carabina con el escudo argentino.
A comienzos de 1919 se quiebra la alianza hasta entonces
existente entre los grupos maká y los pilagá. Los primeros, conducidos por el
cacique Capote, migran desde la comunidad de Chiko Dawagán hacia Paraguay. Hay
hipótesis que sostienen que fue alguno de estos grupos el que atacó el fortín.
El antropólogo José Braunstein, reconocido como uno de los mejores
especialistas sobre las etnias del Chaco, basándose en evidencia recogida de
sus informantes, dice:
(...) a modo de
conclusión, debemos asentar un testimonio personal sobre el tema. Hicimos
referencia a nuestro informante Siyayú de Pozo de Navagán, de quien escuchamos
en el verano de 1974, por primera vez, algunas palabras en maká.
El nos contó
que fueron precisamente sus parientes maká quienes asaltaron el Fortín al
tiempo de separarse de los pilagá de Garcete, con quienes vivían. Pocos meses
después tuvimos nuestro primer encuentro con los maká de Asunción y entablamos
con ellos una relación indeleble. En confianza, no solo los maká reconocían la
veracidad del relato, sino que pudieron demostrarme alguna de las armas tomadas
del fortín.. No puede decirse, en rigor, que los asaltantes fueron los maká,
sino una banda que hablaba una variante de esa lengua la que lo hizo, porque
los maká mismos no eran por entonces una unidad sociopolítica. Nunca pudimos
aclarar los motivos que condujeron a la matanza. Consideramos probable que la
fisión de la banda maká del cacique Capote, que se separaba del cacique Garcete
y abandonaba ―sin duda en muy malos términos con los pilagá― por algún motivo
ignoto, en antiguo asentamiento maká de Pozo de Navagán ―Tololón en esa lengua―
es uno de los antecedentes inmediatos que más debe haber pesado en la actitud
de los asaltantes.
Esta información testimonial pretende ser una reivindicación
siempre solicitada por los pilagá pero no implica una actitud hostil para con
los maká. Nadie con menos interés de acusar a los maká que quien forma, que
mantiene con muchos de ellos una relación que puede traducirse como hermandad.
Han pasado los años y una actitud desapasionada indica la conveniencia de
considerar prescritas las culpas. Sin embargo queremos resaltar la importancia
de conocer la historia que explica nuestra realidad cotidiana y, sobre todo,
reconocer la historia del otro, como único camino de pluralismo que puede
permitir la fundación de un proyecto común.
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